Diciembre fue bisagra, no solo porque cambié de década, cosa que me parece una arbitrariedad y algo intrascendente en mi vida, sino que unos días antes entre el final del viernes y comienzo del sábado 5 falleció Susana, si bien estaba muy enferma, su partida me sorprendió, me dolió, y me dejó perpleja. creía que podían equivocarse, que ella podría vencer el cáncer
Imbuida en el dolor de saber que ya no podría compartir charlas sobre los maridos, la familia y nuestro amor compartido por la docencia, asistí a su velorio, que nos permitió despedirla y acompañarla hasta el cementerio de la Chacarita donde hasta el cielo lloró en una tarde gris.
El día que su hija se casó, charlamos de cómo nos gustaba ser esposas, atender, agasajar y mimar a nuestros hombres, ella era una gran esposa, celosa y orgullosa de su rol.
una mujer distinta, distinguida y original en todo, capaz de poner en practica el menos común de los sentido: el sentido común, y hacer de las clases en su tarea docente, una clase magistral para la vida, que aunque suene trillado, es algo tan dificultoso de lograr, impartir datos, es sencillo, pero armas para la vida, escucha reflexiva o andamiajes que permitan hacer los verdaderos aprendizajes que te llevan a una instancia superior de pensamiento eso es muy trabajoso y ella lo hacía con la soltura y destreza que parecía ser una tarea de lo más sencilla
Es el día de hoy, que le pregunto a Mariel, mi amiga e hija de Susana, y no doy crédito a la falta física de ella, pienso en Eduardo, lo leo, y pienso en su soledad, me preocupa su soledad, pero no me atrevo, como no me atreví ese día nefasto a saludarlo, ni a decirle nada, siento que me voy a desbordar y es lo último que necesita.
La ausencia de la presencia de Susana debe ser desbastador, pero trata de seguir adelante y día a día lo lo está logrando creo que está en la genética de su ascendencia armenia, superarse y seguir adelante aunque duela mucho
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